«En enero, recuerdas, eras «Charlie Hebdo». Eso pusiste en las redes sociales: je suis Charlie. Pero no, tú no eras Charlie. Porque tú estabas vivo y Charlie, los charlies, estaban muertos, como los guardias y los judíos del supermercado de los que nadie se acordó en la solidaridad plañidera del pensamiento débil. Muertos como los del viernes, tirados en la calle mientras tú corrías a cambiar la foto del perfil de Twitter y de Facebook. ¿Y ahora qué nombre vas a poner? ¿Bernard, Marion, Lucien, Françoise, Phillipe? Tienes 130, elige. Ah, bien, je suis Paris, qué hermoso; qué bonita esa torre Eiffel enmarcada en el símbolo hippie de la paz. Sólo que no estamos en paz. Y que tú tampoco eres París.
Tú eres el que ayer por la mañana, la luminosa mañana de este cálido noviembre, hacías jogging en el Retiro. La que se compraba un bolso y unos zapatos en la Gran Vía. La que paseaba el perrito por la plaza soleada.
El que se iba a comer con la familia en el chalé de los suegros. La que se quedó viendo el programa de telebasura en la noche de la masacre. Tú eres uno cualquiera de los que se sentían, nos sentíamos, provisionalmente a salvo. Uno de los que descargaron
su conciencia con una frase bonita en internet, amor y fraternidad, #portesouvertes, justo cuando allá en París la Policía ordenaba, pistola en mano, cerrar las ventanas.
Qué vas a ser París. París es esa ciudad donde la gente salió del estadio evacuado cantando el himno nacional, el que aquí abucheamos. París es esa ciudad donde los periódicos hablan de guerra sin tapujos, y donde el presidente socialista promete una respuesta sin piedad, «impitoyable». París es la capital de un país que considera su libertad y sus valores algo mucho más importante que su miedo.
Y tú… tú eres parte de un pueblo que hace once años, en una situación similar, en unos días iguales de sangre y plomo, se amedrentó y echó la culpa a su propio Gobierno. Que duda de su modelo de sociedad y todavía hoy piensa que si nos vienen a matar es porque algo habremos hecho. Que no ha aprendido, basta ver cómo olvida a las víctimas, de su larga experiencia de sufrimiento. Tú eres un superviviente del terrorismo, pero no lo sabes porque te cuesta pensar que los asesinados murieron en tu nombre. Porque prefieres creer que basta con no odiar para defenderte del odio.
Ese bonito emblema de la torre Eiffel no te va a proteger. Ni el pacifismo samaritano, ni las palabras emotivas, ni las cadenas de cibermensajes, ni el ritual de las firmas, las velas y las flores. Vienen a por nosotros, jesuis, y más vale que te vayas enterando. Te diré lo que eres: la próxima potencial víctima. Así que cuando subas a Facebook una velita por los muertos de París, sube otra por ti. Y acuérdate de por quién doblaban las campanas de Hemingway»
Fuente: ABC